CARL GUSTAV JUNG "CRISTIANO, MÉDICO Y CIENTÍFICO" -  "SOY UN CRISTIANO PRÁCTICO PARA EL QUE EL AMOR Y LA JUSTICIA CON SU HERMANO SON MÁS IMPORTANTES QUE LAS ESPECULACIONES DOGMÁTICAS


A pesar de las tantas críticas infundadas que cayeron sobre la figura del Dr. Carl Justav Jung, entre ellas la de no ser cristiano, para el campo de la investigación las pruebas vindicativas esperan ser rescatadas como de un viejo arcón del tiempo, sólo hay que abrir el arcón para que afloren a la luz del presente y reivindiquen su persona, sobre todo cuando se desprenden de sus dichos y expresiones, afirmadas con sus mismas palabras que se encuentran documentadas...Ya lo decía el mismo Jung respecto del prejuicio cristiano arrojado sobre otro : "Este conflicto tengo que resolverlo en mí mismo, no en otros".


Adrian Avalos - Terapeuta Transpersonal y Coach Transpersonal


CARL GUSTAV JUNG "CRISTIANO, MÉDICO Y CIENTÍFICO" -  "SOY UN CRISTIANO PRÁCTICO PARA EL QUE EL AMOR Y LA JUSTICIA CON SU HERMANO SON MÁS IMPORTANTES QUE LAS ESPECULACIONES DOGMÁTICAS


... Soy un cristiano práctico para el que el amor y la justicia con su hermano son más importantes que las especulaciones dogmáticas, sobre cuya verdad o falsedad última ningún ser humano sabe nada. La relación con mi hermano y la cohesión de la verdadera cristiandad “católica” me parecen infinitamente más importantes que la “justificación por la fe”, etc. En tanto que cristiano tengo que cargar con la sinrazón de mi hermano, y esto es muy penoso si no sé si al final él tendrá más razón que yo. Considero inmoral, o como mínimo anticristiano, quitarle la razón a mi hermano (es decir, calificarlo de estúpido, asno, malvado, testarudo, etc.) simplemente porque yo me creo en posesión de la verdad absoluta. Toda pretensión totalitaria se aísla poco a poco, pues excluye a demasiadas personas en tanto que “apóstatas, descarriados, caídos, heterodoxos, herejes”, etc. El totalitario acaba solo, aunque al principio tuviera muchos seguidores. Considero al confesionalismo completamente anticristiano.

... Soy un médico. Si yo poseyera la verdad absoluta, tendría que entregar a mi paciente un libro de oraciones o una guía a la confesión, que es precisamente lo que no ha podido ayudarle. Pero si descubro en su falsedad una verdad, en su caos un orden y en su desorientación un norte, le he ayudado. Para esto hacen falta una abnegación y un compromiso con mi hermano mucho mayores que si desde el punto de vista de la única confesión religiosa válida estudio con equidad los motivos de los demás.

Usted subestima el enorme número de personas de buena voluntad a las que el confesionalismo les cierra las puertas. Un cristiano, en especial si es un médico del alma, tien que ocuparse de la espiritualidad de los que presuntamente carecen de espíritu (espíritu = fe en una confesión), y esto sólo lo puede hacer si habla el mismo idioma que ellos y no recurre, como hace el terrorífico confesionalismo, a la desgastada trompeta de los sermones. Quien en el mudno de hoy siga hablando de la verdad única y absoluta emplea un dialecto obsoleto, no el idioma de la humanidad. El cristianismo tiene un evangelio, una buena noticia de Dios, no un manual de dogmática con pretensiones de totalidad. Así pues, no se comprende por qué Dios iba a conformarse con un solo mensaje. En todo caso, la modestia cristiana prohíbe estrictamente suponer que Dios no envió otros evangelios en otras lenguas, aparte del griego, a otros pueblos. Si no pensamos así, pensamos de una manera profundamente anticristiana. El cristiano (mi cristiano) no conoce los anatemas, no aprueba la maldición de la inocente higuera por el rabí Jesús (Mt. 21, 19; Mc 11, 13-14), no presta atención al misionero Pablo de Tarso cuando prohíbe a los cristianos maldecir y a continuación maldice (Rom 12, 14; 1 Cor 16, 22, Gal 1, 8-9).




... Soy un científico.Conozco la doctrina católica, que usted expone muy bien. Estoy convencido de su "verdad" en tanto que formula con precisión unos hechos anímicos demostrables, y en este sentido admito sin problemas su verdad. Pero si me faltan las bases anímicas empíricas, no me sirve de nada creer algo que vaya más allá de ellas, pues esto no suple el conocimiento del que carezco, es decir, no debo engañarme pensando que sé algo en lo que en realidad sólo creo. Estoy a punto de cumplir setenta años, y el carisma de la fe todavía no me ha llegado. Tal vez soy demasiado arrogante, demasiado presuntuoso, tal vez usted tenga razón en que el universo gira en torno al dios Jung; pero en todo caso nunca he conseguido pensar que lo que creo, siento, pienso y comprendo es la verdad única y definitiva y que disfruto del inefable privilegio de parecerme a Dios y ser el poseedor de la verdad única. Como ve, conozco el carisma de la fe y su dicha, pero decir sí a la fe me resulta imposible porque la fe no me dice nada.

Naturalmente, usted replicará que pese a todo yo hablo de "Dios". Lo hago con el mismo derecho con que la humanidad ha atribuido siempre a la causa desconocida "Dios" los efectos numinosos de ciertos hechos anímicos. Esta causa no está al alcance de mi comprensión, y por tanto todo lo que puedo decir sobre ella es que estoy convencido de que existe (lo digo con la misma lógica con que a partir de las perturbaciones de una órbita planetaria se deduce la existencia de un cuerpo celeste desconocido hasta entonces). No creo en la validez absoluta de la ley causal, y por eso evito pensar a Dios como "causa", pues de ese modo habría dado ya una definición determinada.

Sin duda, esta reserva es un escándalo para los fieles de una confesión religiosa. Pero la ley esencialmente cristiana me obliga a entender no sólo a mi hermano protestante cismático, sino también a mis hermanos de Arabia y la India. Ellos también han recibido mensajes peculiares, pero no menos respetables, que tengo la obligación de comprender. En tanto que europeo tengo que afrontar la tarea especialmente difícil de comprender a mi inesperado hermano oscuro, que sale a mi encuentro en el neopaganismo anticristiano. Éste se extiende mucho más allá de las fronteras de Alemania, es el cisma más funesto de toda la historia del cristianismo. Y aunque yo lo niegue mil veces, también está en mí. Este conflicto no lo superaremos nunca si le quitamos la razón al otro y nos atribuimos toda la razón. Este conflicto tengo que resolverlo en mí mismo, no en otros.

Fuente: Carl Gustav Jung - Obras Completas 18/2. págs. -  211-213. Ed. Trotta







Entradas populares de este blog